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        LA OROTAVA

Partida en dos, La Orotava
florece siempre la idea
de ser una sola voz
como Dios manda y ordena.
Dos llaves tiene su angustia,
dos acentos cada letra,
cada sombra dos perfiles
y dos aceras las penas.
Hasta el aire se respira
de dos distintas maneras.
Señor en casa, el silencio
con sus babuchas de seda;
despierto y a la intemperie,
el platanal como gleba.
Aquí no hay sumas que valgan,
todo sucede y se enhebra
en la vecindad distante
de las líneas paralelas.
Y en este lugar de justas
donde el sí y el no se encuentran
edificó La Orotava
su castillo sin almenas.
Todo él discurre y se acuña
en el troquel de un dilema:
en cada aldaba hay el nudo
de una pared sin respuesta,
en los balcones del aire
la soledad que te acecha
y en los pájaros que cantan,
la jaula de su condena.
Y es la espuma contrapunto
de la amistad de la estrella
y el loro del arco iris
del jugador de ruleta.
Y en este flujo y reflujo
donde los verdes se orquestan,
en este ajedrez de magia
acampan todas las brechas.
Aquí los lares si lloran
con lágrimas como piedras,
que en La Orotava conmueve
el pecho de una belleza
que oculta un río de fuego
amortajado en las venas.
Pero las flores la salvan;
las flores, que no recuerdan
ser más que notas y ritmos
del vals de la primavera;
las flores, universales
nidos que hablan una lengua
para todas las miradas;
las flores, esas doncellas
que tejen su desnudez
con intimidad de rueca
y dan al color las alas
de palomas mensajeras;
las flores, que son las ondas
que emiten por sus antenas
los sueños que no murieron
y levantan la cabeza.
Y en este claro de bosque
donde el sí y el no se encuentran
la flor redonda del día
cierra el paso a la tristeza.
Y su valle de esperanza
es como una cita abierta
donde el volcán y la nieve
echan la rodilla a tierra.

autógrafo

Pedro García Cabrera


Vuelta a la isla (1968)  

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